En ocasiones las reformas se llevan a cabo por razones estéticas o funcionales, más que por el deterioro evidente de una estancia. Y ya puestos, por puro placer, siempre y cuando uno disponga de recursos suficientes. La reforma en sí es algo muy tentador.
Éste es uno de esos casos. Vemos una cocina en buen estado. No muy agraciada, pero plenamente funcional y lista para ser usada durante años. Ay, pero cuando una reforma se nos mete en la cabeza no hay quien nos pare. Para que quede claro, estas dos fotos son del “antes”.
La nueva cocina tiene mucho, mucho más estilo. La sensación de aire fresco es inmediata. Tal vez algunos de vosotros aún prefiráis el look anterior, ciertamente más cálido y que podría haberse mejorado únicamente con una redecoración.
En una cocina tan blanca como ésta los toques de color son fundamentales. Aún le pondría unos poco más para compensarlo. También te la juegas con un suelo blanco en la cocina, que según el uso que le des puede obligarte a pasar la fregona a diario.
Los ladrillos (de pega) le dan también un aire encantador a pesar de ser un elemento que me provoca cierto rechazo.
Bueno, tal vez todavía os preguntéis si era realmente necesaria la reforma. Si era necesario tirar una cocina y gastar dinero en otra, como quien cambia de coche porque no le gusta el color.
En palabras de la propietaria: “La reforma consiste en crear un hogar”. Creo que no hay mucho más que añadir.
Vía: D*S